Llevamos como el limo de la orilla
constancia de bajantes y crecientes
candores y desdenes, infidentes
vestigios de la otrora maravilla.
Estragos que la vida entrecomilla,
la marca residual, los expedientes
de un tráfago de lunas inclementes,
llevamos en las frentes de apostilla.
Y puesta ante la nada y su cortejo
la imperiosa mirada del espejo
propicia la pregunta gigantesca
que en cada ser humano se repite:
¿Me querrán cuando menos lo merezca,
que será cuando más lo necesite?
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