Mañana en la costumbre cuando me haya
desecho de otro día entre los hombros,
me faltarán de tí los dos asombros
que Dios puso en tus cuencas de atalaya.
Y Dios hizo a septiembre enamorado,
el lirio inesperado entre las rocas,
quizás para guardarnos en las bocas
la patria de los besos del pasado.
Los sueños que andan solos se desmayan
y caen como piedras sobre el nido;
así se irán también sin un sentido
las horas que nos lleven donde vayan.
Las cosas que se dan sin un motivo
no tienen fin, tampoco nacimiento,
nos viven en lo eterno del momento,
quizás... como los versos que te escribo.